25 diciembre 2013

Fragmento de La Revolución Desconocida



 (Artículo copiado de http://www.anarquistasgc.net/)

 

 

 Mirando al pasado para descifrar el futuro

La Rebelión de Kronstadt y el tema de la vivienda

Por V.M. Eichenbaum ‘Volin’ (1945).
Bandera anarquista de los marineros de Kronstadt
A principios de 1918, la población laboriosa de Kronstadt, tras debates en múltiples reuniones, decidió proceder a la socialización de locales y viviendas. Se trataba, primero, de obtener el consentimiento y el concurso del soviet local; luego, de crear un organismo competente, encargado de la recepción y examen de los inmuebles, de la equitativa distribución de los alojamientos, de su reparación y cuidado, y de las nuevas construcciones. En el grandioso mitin último se encargó a algunos miembros del soviet (socialistas revolucionarios de izquierda y anarcosindicalistas) el planteamiento de la iniciativa en la próxima sesión plenaria. Y así tuvo entrada en el soviet el proyecto detallado.

El primer artículo declaraba: «Queda abolida en adelante la propiedad privada de bienes raíces e inmuebles.» En otros se especificaba: la gestión de todo inmueble incumbirá al Comité de vivienda, elegido por sus ocupantes. Los asuntos importantes relativos a un barrio lo serán en asamblea general de sus habitantes, quienes designarán a los miembros del Comité de barrio. Funciones más abarcadoras son las de los Comités de distrito, y generales, las del Departamento ejecutivo urbano de los Comités de vivienda, integrado por delegados de los distritos.
Los miembros bolcheviques del soviet pidieron que se postergara por ocho horas la discusión del proyecto, pretextando la importancia del problema y la necesidad de estudiarlo detenidamente. Aceptado el aplazamiento por el soviet, aquéllos se dirigieron a Petrogrado para recabar instrucciones del Centro.
En la sesión siguiente, los bolcheviques pidieron el retiro del proyecto, declarando que un problema de tal importancia no debía ser resuelto sino por el conjunto del país; que Lenin preparaba un proyecto al respecto, y que, en interés mismo del asunto, el soviet de Kronstadt debiera esperar las instrucciones del Centro. Los socialistas revolucionarios de izquierda, los maximalistas y los anarcosindicalistas propusieron su inmediata discusión, lo que fue aprobado. En el debate, la extrema izquierda propuso, ya expuestas todas las opiniones, que se pasara a votación una vez agotada la discusión y, de ser aprobado el proyecto, proceder a su inmediata realización. Los miembros bolcheviques y mencheviques se levantaron entonces, en sugerente coincidencia, y abandonaron la sala, entre aplausos irónicos y cáusticas frases de los restantes: «¡Helos al fin unidos!»
Un delegado maximalista propuso, para dar tiempo a los bolcheviques de volver, borrando la impresión de estar contra la abolición de la propiedad privada, que se votara el proyecto artículo por artículo. Aprobada la proposición, ocurrió lo previsto. Los bolcheviques comprendieron su falta de táctica, volvieron a sus asientos y votaron el artículo primero. Sólo se trataba, para ellos, de un voto de principio. Pero cuando se pasó a los artículos relativos a los medios de realización de tal principio abandonaron de nuevo la sala. Algunos bolcheviques que juzgaron imposible para ellos someterse en ese asunto a la disciplina del partido permanecieron en sus puestos, participaron en la discusión y votaron el proyecto, para cuya inmediata realización habían recibido formal mandato de sus representados. Por ello fueron excluidos del partido, culpables de «inclinación anarcosindicalista».
El proyecto fue finalmente aprobado.
Por largo tiempo prosiguió la lucha apasionada sobre el asunto en talleres, batallones, navíos, etc. (Kronstadt no estaba sometida aún.) Se realizaban frecuentes reuniones muy concurridas, en las que los miembros del soviet eran invitados a informar sobre las incidencias de la discusión en él y aclarar su actitud. Algunos de ellos, bolcheviques refractarios al proyecto, fueron  retirados del soviet por sus electores. De resultas de todo ello, los bolcheviques iniciaron una violenta campaña contra los anarcosindicalistas e intentaron sabotear la aplicación del proyecto aprobado. Fue en vano.
Bien pronto quedaron constituidos los comités (de vivienda, de barrio, etc.) y empezaron a funcionar. El plan entró en vigor, haciéndose realidad el principio «Todo habitante tiene derecho a adecuado alojamiento.» Las casas fueron metódicamente visitadas, examinadas y censadas por los comités, para su distribución equitativa. Así se descubrió que, mientras en pésimas buhardillas se amontonaban pobres gentes, a veces varias familias juntas, departamentos de diez a quince habitaciones, bien soleados y confortables, estaban ocupados por pocas personas. El director de la Escuela de Ingenieros, por ejemplo, soltero, ocupaba él solo un lujoso departamento de veinte habitaciones. Al serle censada la residencia y anunciada la reducción de su espacio vital para poder acomodar a algunas familias libradas de las malsanas buhardillas, protestó ruidosamente y calificó el acto de «verdadero bandolerismo».
Los desdichados que llenaban las barracas insalubres, las mansardas infectas y los inmundos subsuelos no tardaron en disponer de más sano y confortable alojamiento. y aun se acondicionaron algunos hoteles para los viajeros.
Cada Comité de distrito organizó un taller para la reparación y acondicionamiento de los inmuebles, los que funcionaron satisfactoriamente.
El gobierno bolchevique lo destruyó todo más tarde, eliminando de raíz tan constructiva experiencia.

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