03 diciembre 2013

No tenemos porqué seguir perdiendo buenos compañeros/as


Activismo sostenible: cómo evitar quemarse:


 






Creemos que es una buena base para pensar cómo afecta la militancia (o el activismo 
 político, cualquiera de las dos maneras de hablar es bastante fea e imprecisa) a la salud mental. Es cierto que el texto tiene un tono muy propio de la propaganda anglosajona (lo cual puede generar cierta distancia en lectores como nosotros), pero seguro que muchas de las personas que leen primeravocal.org con cierta asiduidad son capaces de reconocer situaciones y sensaciones que él se describen. Cómo están nuestras cabezas no solo no debería ser un tema tabú en los espacios de lucha políticos, sino que tendría que ser una de nuestras prioridades colectivas.
La astenia supone un problema en todos los movimientos políticos y sociales. Cada día, activistas comprometidos sufren y abandonan la lucha porque se queman. En gran medida, se considera que la astenia activista es una consecuencia de la implicación en el activismo. Sin embargo, al trabajar en grupo, si una persona sufre de astenia, se suele producir un efecto negativo en el colectivo.
La forma en la que nos comportamos con nosotros mismos y con los que nos rodean tiene un profundo impacto en nuestras vidas. Todo proceso o acción que esté resultando divertido y efectivo puede convertirse en algo negativo a causa de la astenia. De ninguna manera, se trata de culpar o atacar a la gente que sufre de astenia activista, más bien de enfatizar el hecho de que necesitemos apoyarnos los unos a los otros de una forma más concreta. No tenemos que aceptar la astenia como si fuese uno de los “gajes del activista”. No tenemos por qué seguir perdiendo buenos compañeros.
Esta artículo nace de la premisa de que el método más eficaz para cambiar nuestra sociedad y, en consecuencia, frenar la destrucción de la Tierra, es a través de la transformación de nosotros mismos y de la manera en la que interactuamos con los otros y con la Tierra. Esto, en parte, es de lo que trata nuestro movimiento, de hacer las cosas diferentes, más auténticas, y, lo más importante, por vías menos destructivas. Para conseguir que nuestro modelo de activismo sea más sostenible, es necesario ocuparnos de valorar nuestra salud mental, emocional y física. Así, evitamos la astenia y, por lo tanto, continuamos la resistencia.

¿Qué es la astenia?
“La astenia se define y se experimenta de modo subjetivo, como un estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por la implicación en situaciones emocionalmente exigentes. Las exigencias emocionales suelen ser causadas por la combinación de grandes expectativas y tensiones situacionales crónicas. La astenia está acompañada de varios síntomas como el agotamiento físico, sentimientos de impotencia, desesperanza y desilusión, el desarrollo de un concepto negativo de sí mismo y actitudes negativas hacia el trabajo, la gente y la vida misma. En su forma extrema, la astenia representa un punto de ruptura con la realidad por el que se hace considerablemente duro el seguir luchando por cambiar este mundo”.
Fuente: Career Burnout – Causes and Cures, Ayala Pines and Elliott Aronson, The Free Press 1998.
Básicamente, la vida se vuelve ácida y, al perder tu chispa, dejas de pasártelo bien y ya no eres alguien divertido con quién estar. Sin embargo, también podemos ver la astenia como una señal de aviso. En este sentido, es una oportunidad para revalorizar y volver a definir nuestras prioridades, para desarrollar métodos de trabajo más sostenibles y sanos. Citando al infame psiquiatra de los años 60 R.D. Laing: “No tiene por qué ser todo crisis, también puede ser un gran logro.”
La astenia suele ser el resultado de trabajar demasiado duro, de experimentar demasiada tensión o demasiadas situaciones estresantes. Esto puede ocurrir cuando nos exigimos demasiado a nosotros mismos, al fijarnos normas idealistas y soñadoras, siendo incapaces de delegar y de darnos un tiempo muerto. En otras palabras, esto ocurre cuando no nos valoramos lo suficiente y obviamos nuestras propias necesidades básicas. A tener en cuenta:
La astenia activista se desarrolla lentamente, en un largo periodo de tiempo. Se expresa física y/o mentalmente. Los síntomas de este tipo de astenia incluyen:
• Una conciencia progresiva de que el activismo está absorbiendo tu vida.
• Dificultades a la hora de tomar decisiones.
• Incapacidad de mantenerse concentrado.
• Insomnio y otros problemas para descansar lo necesario.
• Tendencia a pensar de una forma cada vez más negativa.
• Un profundo sentimiento de desesperanza.
• Pérdida del sentido de la lucha y de la energía.
• Indicios físicos de astenia como tensión muscular, restricciones del flujo sanguíneo a los tejidos y un aumento de adrenalina. Estos síntomas fisiológicos pueden producir dolores de cabeza y/o de espalda y cansancio.
• Pérdida del placer en la comida, en los amigos y en otras actividades que antes resultaban interesantes y agradables.
• Otras señales de advertencia de la astenia son las rabietas sobre asuntos triviales, el deseo de no salir de la cama por la mañana o la tendencia a sufrir accidentes.
¿Qué causa la astenia y qué contribuye a desarrollarla?
La acción directa suscita emociones extremas. Se pueden experimentar cosas increíbles de forma muy rápida. Mucha gente cree que difundir la acción directa es extraordinario, que les cambia la vida y les fortalece. Pero algunos, sobretodo si no han conseguido su objetivo, creen que es la peor experiencia posible y aseguran que nunca más volverán a sufrir por ello.
En resumen, para la mayoría de la gente la acción directa puede ser muy traumática en algunas ocasiones. La mejor forma de superar todas las tensiones es la ayuda y el apoyo mutuo. La tensión comienza al soltar adrenalina, lo que produce estallidos temporales de energía. Al presionarnos a nosotros mismos cada vez más, podemos llegar a lo más alto, pero esto no dura para siempre. Deberíamos continuar la acción relajándonos y acurrucándonos en nuestro rinconcito para recuperarnos. Si no lo hacemos, ignorando los mensajes que nos dicen que algo va mal, entonces nuestros cuerpos y nuestras mentes recurren a algo doloroso o dramático para captar nuestra atención. Esto es astenia.
No somos ni máquinas infatigables ni soldados que pueden soportar abusos indefinidamente. Disgustarse a menudo es positivo y saludable; sería preocupante si nada nos afectara. Es importante que la gente hable y que tome su tiempo para escuchar las preocupaciones y las ansiedades de los demás. Necesitamos asegurarnos de que cuidamos unos de otros, incluyendo a la gente “fuerte” que finge estar siempre bien. No temamos expresar nuestros sentimientos a los demás.
Es difícil tratar la astenia, ya que la persona afectada puede asegurar que está perfectamente. Si notamos que alguien entre nosotros se está acercando al precipicio, tratemos de aliviar su presión sin cuestionarle. Si crees que eres tú mismo te estás quemando de esta manera, no dudes en pedir ayuda.
Lucha interna:
Una de las grandes causas de la astenia ocurre cuando los grupos o las personas discuten, y gastan sus energías en una lucha interna. Esta lucha suele darse cuando la gente estresada intenta culpar a alguien para que éste pague el pato. Así, la astenia puede manifestarse como desconfianza, acoso, intimidación, abuso y chismorreo.
Hay que prestar atención a las dinámicas de grupo. Darse cuenta de la gente que difunde rumores malintencionados y sentimientos negativos: suelen estar hiper-estresados y no son de fiar (ésta es una táctica común utilizada por los “topos” para desestabilizar los grupos). Antes de empezar a desconfiar, tratemos de hablar con esa persona para ver si sus acusaciones tienen fundamento o no. Las cazas de brujas paranoicas no ayudan a nadie. Sobre todo, tratemos de ser amables con los demás y con nosotros mismos. Valoremos al otro.
Cultura activista:
Algunas investigaciones han destacado que la astenia activista suele ser causada por gente que se marca a sí mismo grandes expectativas de forma ilusoria, que nunca están disponibles para quedar y que se comportan de forma excesivamente severa consigo mismos. Cargar todo el peso de la lucha sobre sus hombros y no permitirse descansar hasta que los problemas de este mundo hayan sido resueltos, es una manera segura de agotarse. Para más información: www.parkc.org/activist.htm.
¿Qué tipo de cultura muestra devoción por tales actitudes personales? Como movimiento, ¿aceptamos los periodos de escasa motivación al tiempo que respetamos a la gente, admitiendo que necesitan un descanso para recargar las pilas? ¿Respetamos a los activistas que aceptan el hecho de que no tienen el tiempo y la energía suficientes para llevar a cabo las actividades que se están realizando? O, más bien, ¿el respeto y el prestigio en nuestro grupo son asegurados a través de una especie de devoción a la causa que requiere un sinfín de sacrificios personales?
¿Supone un peligro que la urgencia natural del trabajo activista fomente una conducta ética extremadamente dañina? Aunque quizás comprensible, ¿puede una cultura que respete el sacrificio personal finalmente ser sostenible o efectiva?
La ciega devoción a la causa en la cultura activista hace que el grupo pierda continuamente a sus compañeros más comprometidos, además de mantener la tendencia a desmotivar a los nuevos compañeros que pretenden implicarse. Si queremos convertirnos en el cambio que deseamos ver en toda la sociedad, es hora de aceptar que empujarnos sin parar a nosotros mismos y a los que están a nuestro alrededor no es ni deseable ni sostenible. Necesitamos recordar que cambiar el mundo es un maratón, no un sprint. Necesitamos moderar nuestro ritmo.
Estrategias para evitar la astenia activista haciendo un activismo sostenible:
Nuestro compromiso a menudo necesita una revisión y una poda para prevenir la saturación. Más vale encargarse de algo sin decirlo públicamente, que no hacerlo cuando la gente piensa que te estás encargando. Cuando lo necesitemos, tomemos un descanso, es decir, planeemos un tiempo muerto antes, durante y después las grandes acciones o las largas sesiones de trabajo, con el fin de buscar el equilibrio entre la acción y lo que es bueno para nosotros y nuestras necesidades.
¿Cuáles son las situaciones que más nos desgastan? ¿Podemos buscar formas de lidiar con ellas? No estamos obligados a participar en toda acción que se tercie, simplemente no lo hagamos si no estamos bien.
Conocer nuestras propias motivaciones en la lucha es una ayuda. A veces la gente se pasa al activismo para expresar la rabia y el dolor surgidos de sus problemas personales, por ejemplo, una infancia violenta o experiencias complicadas en la vida que no surgen necesariamente de aspectos políticos. De esta manera, en términos de sostenibilidad, es útil saber de dónde surge cada conflicto.
Soportar la implicación a largo plazo en situaciones emocionalmente exigentes es más sencillo cuando se tiene una forma de liberar las emociones creadas por dichas situaciones. Puede ser a través de redes de apoyo, terapias de grupo, sexo, naturaleza,… En fin, todo lo que permite desconectar del trabajo ayuda a sacar lo mejor de nosotros mismos y de los demás. Para ello, es importante aprender y practicar el arte de dejarse llevar. Primero, hay que plantar cara, es decir, aceptar y trabajar a través del dolor, del estrés, del miedo (y no mostrar victimismo) para llegar al punto de poder dejarse llevar y dejar atrás los sentimientos negativos.

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